Laura es descendiente de españoles, ir al Colón en la adolescencia le cambió la perspectiva de su entorno. Tomó decisiones en Estados Unidos, dibujó zapatos inspirados en muebles mientras vivía en Barcelona, conoció a una pastelera que en vez de crema chantillí le regaló herramientas para crear zapatos, estuvo en aeropuertos sin retornos y su primera colección no la pudo sostener. Todo la trajo hasta Pooja, la marca de Lau Pulic que habla de agradecimientos indios, flores, inciensos, arroz y mantras.
(Todos los materiales de Pooja son sintéticos y sin origen animal).
“Los primeros dibujos que hice fue cuando dibujaba los zapatos de mi maestra de 5to grado, la estoy stalkeando para recuperar esos bocetos”.
O: QUE ALGUIEN HABLE CON SANDRA
Volviste de España, te metiste con un profesor trucho, después fuiste al Rojas ¿cómo seguiste?
En el Rojas, me recibí de modelista con Horacio Rodríguez un maestro que venía con una movida muy zarpada difícil de entender pero hermosa. Un tipo con amor por los zapatos y con data del futuro. Ahí empecé a moverme para todas partes, sin auto, sin taxis, aprendí de sintéticos, diluyentes y logística en bici.
Un zapato tiene 8 oficios hasta que le pones el cordón, dentro del objeto la horma, el modelista, el que lo diseña, el que corta, el que cose, el que arma, el que hace la suela y el empaquista, que es un arte.
¿Qué pasa con los mensajes en el interior de Pooja?
Quiero que las personas que tengan un Pooja bailen, sueñen y sientan que se comen la ciudad con magia. Hay mensajes en el interior imposibles de leer porque están dentro del armado y cuando lo cuento flasheo con las historias de las clientas.
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