FERNANDO TRAVERSO
Nació en 1951, estudió en la Escuela provincial de Artes Visuales Manuel Belgrano de la ciudad de Rosario, desde muy temprana edad dedicó su tiempo al estudio del arte como transformador de lo social, principalmente en barrios. Protagonista de un movimiento artístico y cultural, Fernando Traverso se convirtió en un referente para aquellos que, mediante su trabajo, pudieron honrar no sólo la historia sino también la condición de SER humano.
PH, Silvio Moriconi – ROSARIO
El STENCIL es una forma de arte desobediente. Marca un lugar que emite, conmueve y sacude cortando la repetición cuadrada de los muros de las ciudades, desde la enorme sencilléz de lo inesperado.
PH, Silvio Moriconi – ROSARIO
Las bicicletas son una forma poética de hablar de las ausencias. Invitan a mirar y pensar dónde estará el dueño.
Fernando Traverso.
LA BICI,
MEMORIA ACTIVA
A finales de los 70s, una de las tantas mañanas en las que Fernando se encontraba caminando por las calles de su ciudad, se cruzó con un amigo un compañero militante social como él, venía en bici y sabía que estaba siendo perseguido, fingió no conocerlo, no lo saludó y continuó pedaleando. Un rato más tarde Fernando decidió volver sobre sus pasos y rehacer el camino que venía haciendo su amigo. A las pocas cuadras encontró la bicicleta atada a un árbol. Pasaron los días, Fernando volvía al mismo árbol y la bici continuaba ahí, encadenada. Hasta que un día comprendió que a su compañero se lo había llevado la policía y decidió romper la cadena, se llevó la bici. El dueño es uno de los 29 amigos de Traverso desaparecidos por la dictadura. En su lucha militante Fernando decidió homenajear a su amigo y a los 350 desaparecidos, víctimas de la represión ilegal y el terrorismo de Estado.
Mediante la utilización del stencil, Fernando convirtió a esa metonímica figura en una constante de arte urbano, algo así como un fantasma que espera a un dueño que jamás volvería.
El 24 de marzo de 2001, en la esquina de su casa pinta su 1er bicicleta…“quería saber que me pasaba a mí haciendo eso…la ví de lejos, ví que la cuadra cambió…que modificó la esquina, justo pasaba un pibe y dijo: mirá como se ve la bici, eso me impulsó a hacer más y la verdad nunca me imaginé que iba a hacer las 350”.
Cada “pared” connota ya sea frente a una escuela, una fábrica, en la universidad o en lúgubres espacios donde alguna vez se reprimió. Ese sentimiento de ausencia que logra el artista es completado por los transeúntes de su ciudad.
PH, Silvio Moriconi – ROSARIO
“Siento que esas imágenes poseen una fuerte carga nostálgica, es indudable. Hay quienes al verlas evocan su infancia, en otros despierta el recuerdo. Hace un tiempo atrás un amigo que se había marchado al exilio me dijo que al verlas le recordaba aquella bicicleta que él había dejado en su casa familiar antes de emprender la huída. Otros no pueden dejar de vincularla con la historia trágica de Pocho Lepratti y los hechos del 20 y 21 de diciembre de 2001. Eso es lo maravilloso de esta obra, su constante capacidad de resignificación según quién la vea y en qué sitio de la ciudad la descubra. Su poder nostálgico oficia como un disparador de sentidos”.